Patrones de uso: una propuesta de valor (I).

Hasta ahora, la tipología de las diferentes líneas de servicio, a menudo de dependencias también diferentes, hacía que las métricas de uso de dichos recursos no pudieran equipararse.

Estamos muy acostumbrados a ver en diferentes cuadros de mando la atención ambulatoria, en otro la hospitalización, y así sucesivamente.

Y esto era comúnmente aceptado, "esto es así" y "es una verdad inmutable".

¿Lo es?

En el entorno funcional actual, en el que vemos que aumenta la interacción entre las diferentes líneas de servicio, y aún más, comporten en muchos casos la misma propiedad, debemos ser capaces de medir y cuantificar con una visión única el rendimiento de los diferentes equipamientos asistenciales.

Para ello debemos establecer un conjunto de convenciones que nos permitirán la visión única buscada.

La primera tarea es buscar el elemento común de menor agregación que nos permita efectuar la comparación.

Es más o menos fácil de determinar, pues podemos hablar del concepto asistencia, entendida como contacto, cortada por el concepto día.

La definición de contacto sería, con una acepción puramente sociológica, el contacto con un servicio asistencial, independientemente del número de prestaciones que se realicen durante el mismo, y de una duración máxima de un día.

Por tanto, para atención ambulatoria podríamos asimilar contacto al concepto asistencia siempre y cuando todas las prestaciones recogidas en dicha asistencia estén contenidas en el mismo contacto.

En el caso de hospitalización, contacto quedaría asimilado al concepto estancia, entendido como permanencia en el recinto sanitario con al menos una pernocta y una comida principal.

Ahora bien, debemos establecer algún tipo de ponderación que permita equiparar un contacto ambulatorio con uno de hospitalización.

¿Cuál es, pues, el factor diferencial que nos puede servir como referencia para poder establecer unos valores patrón?

Este factor sería lo que podríamos denominar intensidad de contacto.

Podemos identificar a priori tres niveles de intensidad de contacto:
  • ambulatorio (atención primaria, especializada, urgencias)
  • hospitalización parcial (de día, CmA, CMA, rehabilitación psiquiátrica, domiciliaria)
  • hospitalización total (hospitales de agudos, de salud mental, sociosanitarios)
Para cada uno de estos niveles de intensidad de contacto se asignan unos pesos, en este caso en la tabla inferior podréis leer los que corresponden a los criterios de Rotterdamm.

Se puede usar este juego de valores tanto como consensuar uno que creamos se ajuste más a nuestras necesidades, pero también debemos valorar el buscar un baremo que sea comúnmente aceptado por los dispositivos asistenciales de nuestro entorno más inmediato, lo que nos permitirá hacer un benchmarking de mejor calidad.

Todo lo que he explicado sirve para sentar unas bases, muy necesarias, que nos permitan sentirnos cómodos con lo que explicaré en el siguiente post.